Por supuesto no. La duración de la vida no es una cuestión moral, solo el color del cabello o los ojos, la altura, la forma de la nariz o el sexo biológico no son cuestiones morales.
Lo que es un problema moral es la calidad de vida. ¿Se puede vivir tanto tiempo que la calidad de vida ha disminuido hasta el punto de que no hay calidad? Esta es ciertamente una posibilidad y no es una cuestión de edad, sino que es una variedad de factores que pueden afectar la vida, como enfermedades, el proceso de envejecimiento, accidentes, el estilo de vida, etc.
En cuanto a lo que constituye una vida que tiene “calidad”, es decir, una vida que vale la pena vivir, es algo que debe decidir el individuo. Nadie más que uno tiene el derecho de determinar que la vida de uno vale o no la pena. Solo cuando el individuo ha facultado a otro individuo para hacerlo, alguien más que uno mismo puede decidir la cuestión de la calidad.
Implícito en todo esto está la comprensión de que uno puede decidir que la vida de uno no vale la pena vivir, en ese punto el problema se vuelve: si un individuo puede decidir cuándo se le debe permitir morir, incluso por medios activos (suicidio). Aquí hay una complicación.
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Hay una diferencia entre la “calidad” de la vida y una vida “significativa”. La “calidad” se refiere simplemente al estado fisiológico del propio ser: ¿está uno en un dolor continuo e irremediable, tiene una enfermedad terminal, es físicamente incapaz de actuar de manera autónoma, es uno “vegetativo”? Estados como estos eliminan objetivamente la calidad de la vida.
Por otro lado, la “significación” es un estado subjetivo del ser: uno ve la vida como algo significativo, como un propósito. Ciertamente, los estados fisiológicos enumerados anteriormente pueden hacer que uno sienta que la vida no tiene sentido. Pero el significado también se encuentra en condiciones no fisiológicamente significativas. Los apegos a otros humanos, los esfuerzos productivos y otros también proporcionan significado, y en su ausencia uno puede sentir que la vida no tiene “significado”. Esto es típicamente lo que los filósofos existenciales llamarían angustia: uno carece de un sentido de conexión con el mundo.
¿Es la falta de significado también una falta de calidad? Quizás, pero está en el propio poder forjar conexiones. Como Sartre (y todos los demás filósofos existenciales) señalaron, en el hombre, el ser precede a la esencia. Somos responsables de definirnos y forjar nuestro lugar en la sociedad. Si uno es fisiológicamente capaz de buscar el significado, es su responsabilidad hacerlo; de lo contrario, es de mala fe.