Mira. La mierda no sucede sin razón.
Olvidamos tan fácilmente que lo que sabemos ahora en la historia es el conjunto de milenios tras milenios de experimentación activa y pasiva en el mundo que nos rodea utilizando herramientas. Tenemos a nuestro alcance, en gran medida a través de bibliotecas e Internet, acceso casi instantáneo a la totalidad del conocimiento humano. Pero este es un fenómeno increíblemente reciente. Incluso el acceso a las bibliotecas para la mayoría de las personas es muy reciente, con el auge de la urbanización.
Antes de hoy, los libros de ciencia, a pesar del advenimiento de la imprenta, no eran tan ubicuos como lo son hoy. Además de la Biblia, los textos religiosos, la ficción popular y los diccionarios, la mayoría de las personas no tenían acceso a mucha lectura. Hasta la Segunda Guerra Mundial, la aceptación popular de la ciencia era inexistente. Las personas eran en gran medida supersticiosas y no estaban capacitadas para comprender cosas como la tectónica de placas, la química general, la teoría de los gérmenes, etc.
Y eso funcionó. Pero eso no saciaba la curiosidad humana. Todavía miramos las estrellas y nos preguntamos. Todavía miramos los cadáveres e intentamos desesperadamente entender “lo que sucedió después de la muerte”. Todavía necesitábamos una explicación detrás de las mareas crecientes y los patrones climáticos cambiantes. Esa necesidad es tan poderosa que, en ausencia de la ciencia, simplemente respondimos esas preguntas con supersticiones, la mayor de las cuales es la religión.
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Pero durante el siglo pasado, con un ritmo cada vez mayor, hemos disminuido constantemente las respuestas que brindaba la religión, hasta el punto de que el único lugar razonable donde la religión puede habitar, fuera de la estupidez exponencial de los jóvenes negadores de la ciencia y la tierra, es aquellas cosas a las que la ciencia no puede (y nunca puede) proporcionar respuestas: “¿Qué habita más allá del universo y antes de que comenzara el tiempo? ¿Qué vino ‘antes’ del Big Bang? ¿Cuál es la génesis del Cosmos?” Dejando a un lado el hecho de que algunas de esas preguntas son evidentemente ilógicas, no nos impide preguntarnos.
Y en un sentido emocional, está claro que “DIOS” es la respuesta para muchas personas. Algunas personas miran el abismo y dicen: “Abismo. Desconocido. Sigamos buscando”. Otros miran el abismo y se inquietan y dicen: “¡No, ahí está Dios! Esa es la respuesta”. Eso está perfectamente bien, siempre que cuando llegue una respuesta que no sea “Dios”, acepten eso y sigan adelante. Son aquellos que insisten en que solo “Dios” encaja en las cosas que ya se explicaron e insisten en hacer retroceder la ciencia, y que el universo tiene solo milenios o que la evolución es falsa o que las mujeres son inferiores a los hombres, esas son las personas que hacen toda la humanidad sufre. Para ellos, “Dios” es la única respuesta para esencialmente todo. Están equivocados