El problema con el razonamiento inductivo es que nada es absolutamente seguro. Tome este ejemplo de razón deductiva:
- Un beagle es un perro
- Todos los perros mueren
- Un beagle morirá
Debido a que este es un razonamiento deductivo y suponemos que las dos primeras afirmaciones son axiomáticas, podemos concluir que la tercera afirmación también es absoluta.
Sin embargo, debes darte cuenta de que la premisa número 2 se deriva inductivamente. Al observar todos los datos disponibles, hemos concluido que todos los perros mueren:
- Mi perro murió
- Tu perro murió
- Su perro murió
- Todos los perros mueren
Este es un ejemplo de razonamiento inductivo, y también es cómo llegamos a la premisa 2 del ejemplo deductivo. Pero, no podemos saber absolutamente que nunca habrá un perro inmortal. Esta es la falacia del razonamiento inductivo, y lo que Hume está tratando de abordar.
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Descartes era un matemático que buscaba la misma certeza en filosofía que podía encontrar en matemáticas. Quería una premisa infalible en la que pudiera basar sus argumentos. De aquí proviene la frase “Pienso, luego existo”. Fue su premisa infalible lo que demuestra su propia existencia y sobre la cual podría construir argumentos futuros con certeza, evitando el problema de la inducción.