Probablemente por razones similares por las cuales la ‘sociedad‘ no promulga un impuesto al carbono: las personas a menudo son conservadoras, inmersas en tradiciones y rituales anacrónicos que reducen la tasa de adaptación cultural de masas a las realidades que cambian rápidamente.
Otros temas críticos son el crecimiento exponencial de la población, el desarrollo económico sostenible, la prohibición de la agricultura industrial, la proliferación nuclear. Las respuestas racionales y compasivas a estas crisis a las que se enfrenta la humanidad están disponibles para que las elijamos, pero “colectivamente” nos arrastramos los talones. ¿Por qué?
Hemos alcanzado un estado en el que creemos que somos agentes “racionalmente interesados”, no seres humanos comprensivos capaces de tomar decisiones éticas.
Hemos alcanzado un estado en el que creemos que el empirismo es mayor que la deducción racional, atando un brazo de la poderosa capacidad lógica de nuestros cerebros a nuestras espaldas colectivas.
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Todavía somos demasiado tribales, guardamos celosamente los intereses nacionales y étnicos antes que los intereses globales.
La educación no se ha extendido a las mujeres, los pobres, en las naciones en desarrollo, fomentando un crecimiento demográfico insostenible y alentando las tradiciones conservadoras e ineficientes.
Todavía no hemos aprendido a confiar en líderes honestos antes que políticos y empresarios carismáticos que nos engañen para ser explotados, creando desigualdades masivas de poder y riqueza en algunas naciones líderes, especialmente en los Estados Unidos. Esto crea plutocracia, no democracia.
Hay muchas razones por las cuales la humanidad se resiste al cambio necesario. La eutanasia es obviamente un derecho fundamental y varias jurisdicciones, incluido el estado de Washington donde vivo, lo han legalizado. Pero a la humanidad le lleva demasiado tiempo resistir la inercia de mitologías culturales obsoletas y dañinas.
Es de esperar que promulguemos un impuesto al carbono antes de que la sexta extinción masiva de especies continúe mucho más lejos, y estalle la guerra nuclear a medida que los refugiados climáticos desplazados forcen la infraestructura a medida que la sequía, las inundaciones y el clima extremo se extienden por todo el mundo.
La humanidad tiene una gran tecnología, pero una sabiduría insuficiente para tomar decisiones racionales y compasivas colectivamente.
Desde un punto de vista ético, sufrimos un desequilibrio: demasiado arraigado en “reglas” deontológicas obsoletas que hemos aprendido y no cuestionamos, y muy poco arraigado en el pensamiento consecuencialista que considera el mayor bien para la mayor cantidad de seres sintientes.