No puedo responder completamente porque no soy una mujer musulmana, pero desde mi perspectiva atea, masculina y occidental, la tradición, como muchas otras formas de vestimenta religiosa, está perfectamente bien:
- Que ninguna mujer está obligada a usarlo contra su voluntad, o usarlo como un medio de represión o subyugación.
- Que cualquiera que lo use reconozca que hay ocasiones en que prácticamente puede ser necesario quitarlo o no usarlo. Fotografías de pasaporte, etc.
Tal como está, me temo que muchos usuarios caen en la primera categoría, mientras que el resto que la usa resiste voluntariamente los problemas prácticos en la segunda.
El peligro es, con cualquier vestimenta que oscurezca o reduzca la identidad, que se convierta en un símbolo de sospecha o secreto y un punto de reunión para la intolerancia. En consecuencia, se produce una contrarreacción que defiende el “derecho” a usarlo como expresión religiosa legítima.
Es posible normalizar el uso religioso: el turbante sij fue una vez una marca de diferencia o distancia que ahora se entiende mejor en el Reino Unido y en otros lugares. La fe sij ha luchado por mantener el derecho a usarlo, pero también trabajó duro en paralelo para desmitificar su visión del turbante. Solo puedo esperar que los musulmanes intenten hacer lo mismo.
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