En pocas palabras, la deontología se trata de reglas o deberes, la teleología se trata de resultados.
Las teorías éticas deontológicas afirman que una acción es buena si se ajusta a un conjunto prescrito de reglas u obligaciones. En primer lugar, eso plantea la pregunta de por qué estos conjuntos particulares de reglas u obligaciones deben considerarse buenas; segundo, existe el enigma inevitable de tener que elegir entre dos o más opciones, cada una de las cuales entra en conflicto con una o más reglas (por ejemplo, si mentirle a un asesino que pregunta dónde encontrar una víctima potencial).
Las teorías teleológicas o consecuencialistas, por otro lado, ven el resultado de una acción como la forma de determinar si esa acción es buena. Las preguntas que esto plantea son cómo podemos estar seguros de las consecuencias completas de una acción dada, y el principio del doble efecto por el cual los efectos algo negativos se consideran “compensados” por los efectos más positivos del mismo curso de acción.
En la vida real, las personas encuentran un equilibrio entre los dos. Nos adherimos a las reglas y deberes que hemos determinado que tienen consecuencias beneficiosas, por ejemplo.
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