La palabra “doctor” significaba “instructor” o “maestro” en latín mucho antes de que las universidades existieran para otorgarlo como una calificación oficial. En 1298, el Papa Bonifacio VIII emitió un decreto reconociendo a San Gregorio, San Ambrosio, San Jerónimo y San Agustín como Doctores de la Iglesia (“Doctores Ecclesiae”). Esta no fue la primera vez que se describió a estos cuatro santos, pero marca el momento en que se convirtió en un título oficial. Eran santos que, según se creía, cada uno había enseñado a la Iglesia una importante lección.
Agustín enseñó a la Iglesia sobre la gracia. Augustine’s Confessions es un libro en el que confiesa las grandes cosas que Dios hizo en su vida. (Él habla sobre sus pecados, pero ese no es el tipo de confesión que le da título al libro). Describe cómo, en cierta etapa, estaba convencido de que el cristianismo era la verdadera religión, pero no pudo abrazar el cristianismo porque carecía de la fuerza interior para vivir una vida cristiana. Pero Dios tuvo misericordia de él y, mientras estaba sentado debajo de una higuera leyendo las cartas de Pablo, Dios le dio la gracia que le permitió convertirse en cristiano. (Este concepto de Gracia se encuentra en las cartas de Pablo. ‘Gracia’, en griego ‘Charis’ es un regalo, algo que no se puede ganar).
Las Confesiones tuvieron un gran impacto, y marca un importante punto de inflexión en la literatura occidental, porque nadie había descrito su vida interior de una manera tan convincente. (Honestamente, incluso si no eres cristiano, vale la pena leer las Confesiones ). Sin embargo, un monje llamado Pelagio estaba preocupado por el posible efecto que tendría el libro. Las personas que lo leen podrían decidir que ni siquiera deberían intentar hacer un esfuerzo para ser buenos hasta que Dios les haya dado la gracia. Pelagio argumentó que, desde el nacimiento, Dios nos da todo lo que necesitamos para llevar una buena vida. Nacemos con todos los dones que necesitamos para ser buenos cristianos. Agustín argumentó que nacemos en un estado de pecado y que no podemos ser salvos hasta que recibamos la gracia de Dios. Por supuesto, tanto Pelagio como Agustín creyeron en la historia de Adán y Eva, pero fue Agustín quien interpretó esta historia como una demostración de que todos nacimos en un estado de pecado original y que necesitamos la gracia de Dios. Agustín fue declarado santo, el pelagianismo fue condenado como una herejía, así que ya sabes quién ganó el argumento a los ojos de la Iglesia.
Entonces, Agustín fue considerado un gran maestro, de quien la Iglesia aprendió el verdadero significado de la enseñanza de San Pablo sobre la gracia, y el concepto del pecado original.
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