Si bien la definición de Dios de Nikos Kazantzaki es convincente como palabra escrita, me resulta engañosa porque adjunta una etiqueta que no tiene poder explicativo adicional para el universo. Dependiendo de cómo lo leas, él está etiquetando mal una respuesta emocional o una fuerza natural como un dios. Por lo general, los dioses se describen como algún tipo de ser inteligente y sobrenatural, que no se aplica aquí.
Observamos con perplejidad la parte más alta de la espiral de fuerza que gobierna el Universo. Y lo llamamos Dios. Podríamos darle cualquier otro nombre: Abismo, Misterio, Oscuridad absoluta, Luz total, Materia, Espíritu, Esperanza suprema, Desesperación suprema, Silencio.
Pero lo llamamos Dios, porque solo este nombre, por alguna misteriosa razón, es capaz de hacer que nuestro corazón tiemble con vigor.
Y no hay duda de que este temblor es absolutamente indispensable para que podamos estar en contacto con las emociones básicas del ser humano, emociones que siempre están más allá de cualquier explicación o lógica.