¿Puede un ateo explicarme si mato o violo a alguien y nadie me atrapa y luego muero? ¿Hay alguna entidad que me juzgue por lo que hice?
El mayor desafío para cualquiera que cree en Dios es la realidad de que a las personas buenas les pasan cosas malas y que los malhechores rara vez son responsables. La ficción comúnmente creída de una vida futura donde se juzga a las personas malas no cambia esta realidad. Con este fin, el Libro bíblico de Job narra la historia de un hombre sin mancha e impecable a quien Dios permite que Satanás persiga.
En el análisis final, es Dios quien es el autor de este mal, de todo mal, y es Dios quien debe ser juzgado. (Ver El libro de Job: un enfoque multiespectivo del problema del mal). Es decir, Dios tiene mucho por lo que responder y Él lo sabe. Y cuando Job, después de sufrir las injustas torturas de los condenados, eventualmente desafía a Dios a explicarse, Dios le implora a Job: “¿Me condenarás para justificarte?” Job responde: “Una vez que haya hablado, pero no responderé. Incluso dos veces, pero no diré más”.
Un tema central en el Libro de Job es el juicio propio, la idea de que no somos castigados por nuestros pecados, sino por ellos. Este concepto es aceptado por tantos ateos como fanáticos religiosos. Claro, hay personas que no tienen conciencia, pero estar tan completamente desconectado del resto de la humanidad es su propia forma de castigo.
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