Sí, pero si nuestra práctica va bien, la experimentamos de manera un poco diferente a la de otras personas. Por ejemplo, hay una estimación de que la persona promedio piensa 10,000 pensamientos al día. En un buen día, solo pienso en unos 300 pensamientos: el monólogo se ha ralentizado. También es bastante familiar. Algunos practicantes budistas lo llaman la cinta en nuestras cabezas, desde los días en que los casetes de audio eran populares. En segundo lugar, buscamos ser conscientes de nuestro monólogo interno y ponerle fin. Supongamos, por ejemplo, que estoy solo y no en el trabajo, pero me preocupa lo que piensa mi jefe. Esa cinta está sonando. Lo noto y, en coordinación con mi respiración, digo: “mi jefe no está aquí. Estoy solo”. La cinta generalmente deja de funcionar, e incluso puedo tener unos minutos de silencio antes de que comience la siguiente.
Además, aquellos que están bien entrenados y bien practicados en Zen pueden entrar en un estado donde el pensamiento discursivo se detiene. Zen es la pronunciación japonesa del sánscrito dhyan, o meditación de concentración, que tiene una cualidad llamada samadhi o shamata, la interrupción del diálogo mental. Es genial poder apagar tu televisor interno.