El “salto de fe” es más un tema recurrente que una frase kierkegaardiana real. Hay mucha discusión sobre los “saltos” en Kierkegaard y, en muchos casos, los “saltos” están relacionados con la fe.
Kierkegaard ve la libertad y la volición individual en un “salto”. Un “salto” es una transición de un curso que está determinado por la razón a algo que es un descanso de los asuntos de lo “real”. El curso de la razón está dictado por reglas que limitan la libertad. Por ejemplo, el modo de transición hegeliano es gradual y está condicionado. El “salto” del que habla Kierkegaard es una transición que rompe con la categoría decisiva de la objetividad misma. Tal “salto” es afirmativo porque el resultado se destaca en su distinción de otras posibles alternativas lógicas. Si el “salto” es hacia la fe del tipo cristiano, es una transición “cualitativa” que descansa en el ámbito de la trascendencia.
Cuando estás haciendo un problema de matemáticas y de repente escribes poesía absurda como respuesta, esa respuesta se separa del determinismo de la lógica y afirma tu libre albedrío. Puede no equivaler a nada, pero sigue siendo una afirmación de subjetividad, individualidad y libertad. Un “salto” hacia la fe agrega “calidad” al acto de saltar.
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