Si “libre albedrío” significa que Dios le da a los humanos la oportunidad de tomar decisiones que realmente afectan su destino, entonces sí, los seres humanos tienen libre albedrío. El estado pecaminoso actual del mundo está directamente relacionado con las elecciones hechas por Adán y Eva. Dios creó a la humanidad a su propia imagen, y eso incluía la capacidad de elegir.
Sin embargo, el libre albedrío no significa que la humanidad pueda hacer lo que le plazca. Nuestras opciones se limitan a lo que está en consonancia con nuestra naturaleza. Por ejemplo, un hombre puede optar por cruzar un puente o no cruzarlo; lo que no puede elegir es volar sobre el puente, su naturaleza le impide volar. De manera similar, un hombre no puede elegir hacerse justo: su naturaleza (pecado) le impide cancelar su culpa (Romanos 3:23). Entonces, el libre albedrío está limitado por la naturaleza.
Esta limitación no mitiga nuestra responsabilidad. La Biblia es clara en que no solo tenemos la capacidad de elegir, también tenemos la responsabilidad de elegir sabiamente. En el Antiguo Testamento, Dios eligió una nación (Israel), pero los individuos dentro de esa nación aún tenían la obligación de elegir la obediencia a Dios. Y las personas fuera de Israel también pudieron elegir creer y seguir a Dios (por ejemplo, Rut y Rahab).
En el Nuevo Testamento, se ordena a los pecadores una y otra vez que “se arrepientan” y “crean” (Mateo 3: 2; 4:17; Hechos 3:19; 1 Juan 3:23). Cada llamado al arrepentimiento es un llamado a elegir. La orden de creer supone que el oyente puede elegir obedecer la orden.
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Jesús identificó el problema de algunos incrédulos cuando les dijo: “Te niegas a venir a mí para tener vida” (Juan 5:40). Claramente, podrían haber venido si hubieran querido; su problema fue que decidieron no hacerlo. “Un hombre cosecha lo que siembra” (Gálatas 6: 7), y los que están fuera de la salvación están “sin excusa” (Romanos 1: 20-21).
Pero, ¿cómo puede el hombre, limitado por una naturaleza pecadora, elegir lo que es bueno? Es solo a través de la gracia y el poder de Dios que el libre albedrío se vuelve verdaderamente “libre” en el sentido de poder elegir la salvación (Juan 15:16). Es el Espíritu Santo quien trabaja en y a través de la voluntad de una persona para regenerar a esa persona (Juan 1: 12-13) y darle una nueva naturaleza “creada para ser como Dios en verdadera justicia y santidad” (Efesios 4:24 ) La salvación es la obra de Dios. Al mismo tiempo, nuestros motivos, deseos y acciones son voluntarios, y somos responsables de ellos.
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