Ya sea que se convenza a sí mismo de que Dios es real o no real, la lógica suele ser sólida: las suposiciones son diferentes.
“No Dios” comienza con la suposición de que hay leyes físicas determinadas (si no deterministas) que gobiernan el comportamiento de la materia que se mueve alrededor del universo. Puede que aún no sepamos cuáles son todas esas leyes, pero hay leyes y están arregladas.
Cuando uno se convence a sí mismo de que Dios es real, Dios es designado como un poder capaz de cambiar esas leyes a voluntad, por cualquier motivo o sin motivo alguno. La suposición es que las leyes del universo se pueden ajustar de acuerdo con la voluntad de Dios.
La verdad del asunto es que nunca sabremos qué suposición es correcta. La elección de creer o no creer se reduce a la comodidad: algunos encuentran consuelo en asumir un universo fijo y determinista, mientras que otros encuentran consuelo en un universo que puede ser manipulado por la voluntad de Dios. Tampoco es demostrablemente correcto.
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Es fácil encontrar evidencia para respaldar los supuestos de uno, pero imposible probar que el conjunto de supuestos de uno es el correcto.