La respuesta a la primera pregunta, creo, es un “sí”: un individuo debe rendir cuentas por sus propias acciones, que a su vez deben derivarse de sus valores morales e intelectuales.
Lo que pasa con el cristianismo, y en particular la parte de Jesús, es que Dios tiene un requisito moral imposiblemente perfecto que ninguno de nosotros puede esperar lograr (tenga en cuenta que uno no tiene que ser cristiano o incluso un creyente en Dios para crear tal requisito imposible). Por lo tanto, Jesús fue enviado por Dios en su amor infinito para proporcionar el curso correcto de justicia que se requeriría para cada persona. Esto se hizo para no mitigar la responsabilidad que tenemos por nuestras acciones, se hizo porque nuestros valores nunca pueden igualar los requisitos de Dios. Jesús dice que vino “no para abolir la Ley sino para cumplirla”: es decir, todavía tenemos el criterio imposible, pero entre donde nuestros valores se detienen y los requisitos de Dios continúan, Jesús ha llenado el vacío.
Por lo tanto, la respuesta a la segunda pregunta es no, el cristianismo no elimina la responsabilidad individual que tenemos de nuestras acciones. ¿Son nuestras acciones punibles? Sí: pero solo aquí en la Tierra. Los cristianos creen que lo que cuenta es el espíritu y lo eterno, y esto es lo que Jesús les garantiza al cerrar la brecha entre nosotros y Dios.