Según el Corán, la adoración a Dios controla el carácter de uno. El Corán dice: “Seguramente la oración restringe a uno de la indecencia y el mal”. (29:45) Este verso coránico nos da un aspecto muy importante de la adoración. Presenta la verdadera imagen de la adoración a Dios.
La adoración no es un ritual sin espíritu. La adoración es un acto vivo. En la fe islámica, un adorador recita versos del Corán durante su oración. Estos versículos le hablan sobre los “qué hacer y qué no hacer” de su vida diaria. Le dicen cuál es el secreto del éxito y cómo se puede obtener la salvación en el mundo de aquí en adelante. Significa que ibadat, o adoración, hace que un adorador sea muy consciente de su comportamiento diario y su conducta social. Después de realizar la oración, cuando el adorador regresa a la sociedad, es un hombre con una diferencia. Por ejemplo, en su adoración, el adorador dice repetidamente: “Allah Akbar”, que significa: “Solo Dios es grande. La grandeza pertenece solo a Dios Todopoderoso”. Este dicho inculca el espíritu de modestia en el adorador. Al final de su adoración, el creyente se dirige a toda la humanidad diciendo: “As-salam alaykum wa rehmatullah” (¡Paz y bendiciones sean con ustedes!)
Un creyente que adora todos los días y se embebe de sí mismo este espíritu seguramente se convertirá en una persona muy precavida con su comportamiento. Viviría una vida de modestia. Viviría con el espíritu de paz hacia toda la humanidad. Este verso coránico nos da un criterio para juzgar la veracidad de la adoración de cada individuo. Si la adoración de uno califica este criterio, entonces es adoración en el verdadero sentido de la palabra. Aquellos cuya adoración no resiste este criterio, entonces es simplemente un ritual sin espíritu.