Por alguna razón, esta pregunta me hizo pensar en el pueblo mazateco del sur de México. Son conocidos por su uso de Salvia divinorum como planta psicotrópica utilizada en rituales chamánicos y de adivinación.
El uso de drogas para provocar una experiencia “espiritual” es estimulante. Podría llevarlo a decidir si la experiencia no es más que en el cerebro o que existen barreras en nuestro cerebro que nos impiden apreciar a Dios.
Ciertamente, aquellos que experimentan la droga en esa cultura en particular experimentan algo, pero es cuestionable si eso es más que el efecto de una droga potente.
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Una cosa similar podría ser de lo que se llama el Dios Casco. En la mayoría de los casos, los usuarios del casco experimentan una conciencia de otra presencia cuando se activa el casco.
Otra cosa puede considerarse con diversas variaciones orgánicas en el cerebro, como se discutió en el documental God on the Brain.
El problema es que la existencia de Dios no debería importar si la experimentamos o no. Si Dios es una droga, sería un dios falso, similar a un dios de daño cerebral o daño químico. Es posible que esas experiencias desencadenen una conciencia de algo real, pero estas experiencias no constituyen ninguna prueba convincente.
Karl Marx sugirió que la religión era el “opio de las masas”. Esta fue una crítica válida de la religión de su época. Desde una perspectiva de verdad, si nuestra experiencia de Dios nos permite tolerar lo injusto y lo irrazonable, entonces eso también sería un dios falso.