Las presiones del capital son fuertes e implacables.
Es el poder del dinero que domina nuestra vida cotidiana.
El gobierno no es más que una sombra pálida de los influyentes controladores.
Aunque el dinero y la riqueza se han convertido en formas primarias en las que medimos el valor, proporcionan una lente deformada, pervertida y mutada a través de la cual nos vemos obligados a mirar a nuestros semejantes. Para cualquier persona de fibra moral sustancial, es imposible reconocer la legitimidad de dar cuenta de la humanidad de una manera tan pecuniaria, y por lo tanto, se vuelve de suma importancia resistir y ofrecer alternativas por las cuales los seres humanos puedan reconocer más plenamente su propio valor. y potencial. El alma misma de la humanidad permanece en riesgo cada vez que se utilizan medidas pecuniarias degradantes para evaluar la virtud humana.