Por lo general, van a ver a su superior, que tratará de averiguar por qué quieren dejar su compromiso. Dependiendo de la causa, pueden tratar de darle a la persona un tiempo más concentrado para pensarlo (por ejemplo, si un pastor se agota al tratar de hacer malabares con muchas cosas, se le puede asignar una tarea con menos responsabilidades).
Si aún desean irse, dependerá de la orden o diócesis. Las diócesis tendrán algún tipo de paquete de indemnización resuelto para esta eventualidad, similar a lo que tendría un sacerdote retirado, aunque durante un período de tiempo específico (existen obligaciones canónicas para apoyar al sacerdote impuesto por ordenación). Los religiosos tienden a volver a sus familias sin tanto apoyo.
Muchos terminan en las “profesiones de ayuda”: trabajo social, enseñanza, enfermería, cuidado de hospicio o industria hotelera. Aquellos que se fueron sin animosidad a la Iglesia generalmente son feligreses regulares, aunque un poco tímidos de ser voluntarios.
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