Ambos se basan en una creencia, pero la fe siempre es dinámica, en movimiento, viva y, sobre todo, produce resultados. Nunca eres el mismo cuando tienes verdadera fe en tu corazón. La libertad y el poder son las características de la fe, y la evolución continua a través de la transformación interna es su resultado tangible.
La compasión y el poder de amar libremente e incondicionalmente son el fruto de la fe en crecimiento.
La religión también puede basarse en la verdadera fe y, si lo es, producirá crecimiento y cambio en su vida. Sin embargo, debido a que involucra rituales y ceremonias y puede convertirse en obligación o mera tradición, incluso si está bien intencionado, puede ser vinculante y gravoso. Este tipo de religión se caracteriza por restricciones, culpa y dependencia, lo que la hace estancada y desafortunadamente muerta.
El juicio, la justicia propia y la impotencia para cambiar son el resultado ineludible del tipo de religión de “tratar-en-tu-propia-fuerza-para-agradar” (la gente o incluso Dios mismo).
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Si uno experimenta libertad, disfruta de un discernimiento creciente y se siente cada vez más empoderado en sus acciones y elecciones, tiene fe que está viva.
Si sienten miedo mientras obedecen las reglas y hacen lo “correcto”, pero aún así se sienten impotentes y no experimentan un cambio interno, están viviendo bajo la obligación vacía de la religión sola.
La buena noticia es que la fe empoderadora está disponible en cualquier momento para cualquier persona y que nadie puede o tiene que trabajar por ella, es un regalo que simplemente podemos pedir en oración.