Reclamar algo es tomar posesión, decir “es mío”. Cuando reclamamos la propiedad, obtenemos ciertos derechos y privilegios. Los litigantes reciben reclamos o se les niega, reclamos de valor monetario. Las promesas no funcionan así.
A menudo las personas “reclaman” una promesa cuando la vida es difícil o tienen miedo. Incluso podrían reclamar una promesa para otra persona, un niño que quizás se ha alejado del Señor. Sin embargo, cuando las personas hacen esto, toman la Palabra de Dios e intentan “poseerla” como un talismán o un mantra. Están tratando un enunciado exhalado por Dios como una bala de plata o una manta de seguridad, una solución rápida o una comodidad para llevar. Lamentablemente, algunos predicadores incluso expresan estas ideas desde el púlpito.
Sin embargo, esto pierde la naturaleza misma de una promesa. Una promesa no es una cosa; Es una expresión de algo mayor. Cuando Dios pronunció promesas en las Escrituras, no nos estaba dando un buffet de coberturas, tiritas y balas de plata. Nos estaba mostrando su carácter. Una promesa dice un poco sobre quién es Dios y qué hará. Está anclado en su santidad, bondad, poder y soberanía. Se basa en su omnipotencia y omnisciencia. Y sucederá de una manera que solo Dios conoce y ordena.
Cuando reclamamos una promesa, intentamos tomar el control de ella. Llegamos a él con una noción presupuesta de cómo debería desarrollarse. Pero cuando nos damos cuenta de que una promesa no es algo que debemos tener o usar, solo entonces nos damos cuenta de que es más grande y mejor de lo que imaginamos. Puede que no suceda como imaginamos, pero sucederá. Sabemos esto porque es de Dios.
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Cuando recuerdo a Isaías 41:10, recuerdo grandes cosas acerca de Dios, demasiado grandes para que las reclame como propias. Demasiado grande para que yo lo entienda completamente y definitivamente, demasiado grande para que me dicte o aplique a mi propia vida. En cambio, estas cosas son tan grandes que puedo descansar sobre ellas y encontrar la paz. Es una promesa de la boca de Dios, y Él me ha reclamado. Por eso lo creo.
No puedes reclamar una promesa