Agustín de Hipona 354–430 fue el último gran pensador del mundo antiguo y el primer filósofo y teólogo de la Edad Media. Agustín anticipó muchas ideas que recibieron énfasis en el trabajo de los reformadores protestantes, pero sus puntos de vista sobre la iglesia y los sacramentos jugaron un papel en el desarrollo de doctrinas que son claramente católicas.
Agustín sostuvo que la fe no es exclusiva de la religión, sino que es un elemento indispensable en cada acto de conocimiento.
Al explicar por qué existía el mal, concluyó que era necesario que existiera un dualismo entre el bien y el mal. La creación de Dios es buena, pero Dios dio libre albedrío a los ángeles y a los humanos. El mal surgió cuando estas criaturas usaron mal su libre albedrío (se volvieron egoístas).
Él sostuvo el concepto del pecado original, argumentando que todos los humanos nacen con una inclinación al pecado. Ninguna vida humana puede satisfacer las demandas hechas por la santa ley de Dios.