Desde mi punto de vista, es más fácil y más racional creer en el tipo de Dios en el que creo (no necesariamente bajo la doctrina de mi iglesia cristiana), porque: es un resumen, trascendental, no físico y que lo abarca todo, entidad puramente espiritual, que apunta a principios elevados, cuestiones fundamentales de existencia, valores universales y conceptos metafísicos, en lugar de poderes supuestamente terrenales bajo las restricciones de las reglas y los fenómenos del mundo material y objetivo (es decir, truenos, lluvia, luz, sol).
Creo que es difícil mantener la creencia en los dioses griegos o nórdicos sin hacer una gran adaptación y “abstracción” de esas creencias religiosas al conocimiento contemporáneo, post-industrial y post-científico. Algunos de esos dioses estaban íntimamente conectados o incluso considerados manifestaciones de fuerzas y seres naturales que ahora son absolutamente explicados por la ciencia moderna o que efectivamente podemos “ver” como objetos materiales, y no como espíritus divinos, son (por ejemplo, los luna, el sol o las estrellas en el cielo).
La idea de un Dios trascendental o inmanente de naturaleza completamente espiritual y vinculada a ideas metafísicas y poderes no físicos tiene una base filosófica mucho más sólida que merece ser discutida seriamente, y no descartada como un “monstruo de espagueti” o similar, porque no se trata de ningún sol, trueno o lluvia que podamos encontrar y explicar científicamente como un objeto material.
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