Considere la inmensidad del universo, es casi demasiado para imaginarlo con precisión. Ahora considere que bien puede haber otros universos, tal vez un número infinito de ellos. Aquí nuestros magros cerebros se abruman imaginando la realidad. Es arrogante asumir que en toda esa inmensidad solo nuestro planeta insignificante tiene vida.
Hay una “fuerza vital”. No lo entendemos y no podemos reproducirlo. Pero es el factor esencial que separa la vida de la no vida. Es posible que la conciencia no sea una función de las neuronas, sino un resultado de la “fuerza vital”. Sabemos que los humanos no son las únicas criaturas con conciencia. Los animales son conscientes de su mundo, e incluso las plantas responden a la luz, y algunos estudios dicen que pueden sentir dolor. Es posible que esta “fuerza vital” no sea exclusiva del organismo individual, sino más bien una fuerza que se manifiesta en cada ser vivo. Cuando ese organismo muere, la fuerza regresa al misterioso estanque universal del que proviene. Esto significaría que nosotros (y todos los seres vivos en todas partes) compartimos una fuerza vital común. Entonces, para responder la pregunta: nuestro yo individual (nuestro ego) cesará y seremos reabsorbidos en nuestro grupo común de existencia.