Sí, los asuntos de fe son (o deberían ser) un problema personal en cualquier país democrático. La libertad de religión es también un derecho humano básico. Sin embargo, la separación de la iglesia y el estado es necesaria para proteger este derecho (y otras libertades también).
En muchos países, el Estado adopta una determinada religión y sigue su código moral. Por ejemplo, algunos países de África y Oriente Medio adoptan el Islam como su religión estatal y siguen la Sharia (Ley Islámica) como su código supremo.
El problema con esto es que esos países pueden imponer leyes islámicas a toda su población, incluso a aquellos que no son musulmanes. En estos casos, la religión no es un problema personal y la libertad de religión está dañada. En Arabia Saudita, por ejemplo, la apostasía (abandonar la fe del Islam) puede ser castigada con la muerte.
La separación de Iglesia y Estado significa que el país es, básicamente, “neutral a la religión”. Todos pueden seguir su propia fe libremente, siempre que no interfieran con otras personas que tienen una religión diferente. Además, no habrá ley que favorezca una religión determinada, en detrimento de otras.
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Te daré otro ejemplo. En mi país, Argentina, la libertad de religión está garantizada, pero el Estado debe apoyar financieramente a la Iglesia Católica, como lo dice nuestra Constitución. Los sacerdotes, por ejemplo, reciben salarios del estado, como si fueran servidores públicos. Esto es injusto porque los judíos, musulmanes, cristianos no católicos, ateos y agnósticos deben pagar por una fe en la que no creen.