Saturno devorando a su hijo, por Francisco Goya (1819)
La leyenda detrás de la pintura es la siguiente
Saturno, típicamente identificado con Cronos en el canon griego, fue la descendencia más joven de Urano (Cielo) y Terra (Tierra). Con la esperanza de escapar de su caída profetizada a manos de uno de sus hijos, Saturno (que él mismo había llegado al poder depositando y castrando a su padre) mató y se comió a cada uno de sus hijos tan pronto como nacieron. Cinco perecieron de esta manera, pero el sexto, Júpiter, fue escondido de él por su esposa, quien empujó una piedra envuelta en mantas (que Saturno comió de todos modos). Júpiter regresó más tarde, y después de una terrible guerra (Choque de titanes), derrocó a su brutal padre, quien, dependiendo de quién cuenta la historia, castrado o cortado en pedazos y arrojado al inframundo.
La oscuridad del corazón
Para mí, el poder de esta pintura proviene de su intensidad y de su espantosa deliberación. Goya fue un hombre misterioso en muchos aspectos, y aunque se han conservado muchos de sus escritos y correspondencias, Goya el hombre sigue siendo un enigma.
Con el tiempo, y especialmente después de la Guerra Peninsular, las pinturas de Goya revelaron una desesperación tácita sobre el destino de España y su propio bienestar mental y emocional. A través de obras como esta, obtenemos una ventana al alma de un hombre que fue un artista destacado de su época, pero cuyos pensamientos internos y psique permanecieron envueltos en secreto hasta la muerte.