Importa enormemente. Eso no significa que los políticos más sinceros sean los que mejor lo hagan.
Hay muchas maneras diferentes de decir la verdad, como lo discuto en mi libro La verdad: cómo los muchos lados de cada historia dan forma a nuestra realidad. No todos son completamente honestos. Los políticos a menudo son expertos en usar palabras técnicamente verdaderas para transmitir impresiones falsas. Lo hacen presentando estadísticas de manera engañosa, omitiendo hechos vitales, priorizando selectivamente otros hechos, ofuscando, haciendo asociaciones espurias, contando anécdotas que no representan la verdad más grande, etc. Muchos ejemplos en mi libro.
A menudo, estas verdades son tan engañosas y poco éticas como las mentiras, y debemos tratarlas como tales. Porque si un político nos miente o nos engaña con la verdad, finalmente está debilitando el contrato social que todos tenemos (al menos en las democracias) con nuestros líderes. Si no podemos confiar en que nuestros líderes sean honestos con nosotros, la base de la representación democrática se derrumba.
Trágicamente, en los últimos años, particularmente durante la última campaña electoral de Estados Unidos, los políticos parecen ser cada vez más evidentes en su desprecio por la verdad. Se salen con la suya cuando ignoramos sus falsedades y votamos por ellas de todos modos. Todos podemos hacer una pequeña diferencia si nos quejamos en voz alta cuando los políticos nos engañan y luego no votan por ellos. Si suficientes de nosotros priorizamos la verdad en nuestros líderes, podría forzarlos a ser sinceros.
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PD: Ciertamente, hay situaciones en las que los políticos necesitan ser menos que honestos, por ejemplo, sobre ciertos aspectos de la seguridad nacional, la inteligencia y las delicadas negociaciones. Pero estas son excepciones que podríamos tolerar más fácilmente si no nos engañaran el resto del tiempo.