Aparición.
La religión plantea un gran esquema en el que un solo señor supremo asigna libre albedrío, conciencia, propósito y significado. Esto es fácilmente comprensible porque “encaja” con la forma en que se organiza mucha actividad humana. Las empresas están a cargo de los CEO, las naciones están a cargo de los líderes, las leyes son establecidas por los órganos rectores: estamos acostumbrados a la idea de que alguien a cargo cree toda la estructura que determina cómo funciona una organización.
El ateísmo postula que no hay nadie a cargo, ¿verdad? ¿No significa eso que no hay nadie para crear la estructura de conciencia y significado? ¿Que el universo no es más que partículas? Resulta que la respuesta es no. La estructura se crea a sí misma.
A nivel subatómico, los electrones, los protones e incluso los neutrones pueden pensar en hacer lo suyo. Pero a veces, se combinan para formar átomos y moléculas en formas particulares y específicas. ¿Qué hace que emerja esa estructura? La respuesta es que nada “hace” que suceda: es un efecto secundario natural de las partículas que siguen sus propias reglas locales de comportamiento. Los átomos y las moléculas emergen espontáneamente de las interacciones de la fuerza fuerte, la fuerza débil y la fuerza electromagnética.
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Todo lo que nos rodea, incluidos nosotros mismos, parece estar hecho de estos pequeños trozos. Ahora, una molécula por sí sola no tiene conciencia o libre albedrío. Y si solo somos moléculas, ¿cómo podemos tener estas cosas? La respuesta es que, como las moléculas, la mente emerge de la disposición ordenada y la interacción de partes en el cerebro. El cerebro se fabrica a sí mismo como un efecto secundario de las moléculas de ADN siguiendo sus propias reglas locales. A partir de las estructuras altamente ordenadas del cerebro, nuestras mentes se producen, no solo a partir de las partes que nos componen, sino por la forma en que esas partes están organizadas e interactúan. Abre tu cabeza y agita tus cerebros y ya no tienes mente, ¡la estructura es crítica!
Este es un concepto revolucionario. Cosas complejas como sueños, esperanzas, miedos, decisiones, todas surgen de una manera ascendente (en lugar de descendente), impulsadas por las interacciones de partículas diminutas que siguen sin pensar sus propias reglas locales. Al igual que la forma de una bandada de pájaros, una forma que ningún pájaro posee, organiza u orquesta, nuestras identidades existen en la danza interactiva de los elementos de nuestro ser.