Porque el amor, la bondad, la compasión, la honestidad, el servicio, el sacrificio personal y el perdón son dignos y sabios.
Porque el amor que no se sacrifica no es, en última instancia, amor.
Porque la gracia y el perdón son nuestra única esperanza de salvación eterna.
Porque Jesucristo vivió y él puede transformar nuestras vidas de adentro hacia afuera.
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Porque la historia de Jesús del buen samaritano habla de cómo Jesús llama a los oprimidos e incluso a aquellos que podrían ser etiquetados o tratados como “marginados” sociales por otros. Los pobres, los enfermos, los leprosos, los maltratados, los homosexuales, las lesbianas, las minorías, los incomprendidos y “los marginados”.
Porque vivir en la luz y la verdad es mejor que su opuesto.
Porque Jesús representa la esperanza eterna, no solo la esperanza a corto plazo.
Porque el cristianismo tiene más sentido que la alternativa. Porque el naturalismo, el relativismo y el determinismo son callejones sin salida ideológica y filosóficamente (junto con el ateísmo, el escepticismo y el cientificismo).
La última pregunta es si inventamos nuestra propia moral y valor o hay algo eterno que sea valioso. Si inventamos nuestros propios valores, todo es solo subjetivo, usted niega la posibilidad de los derechos y la justicia. Una fuente eterna de valor humano (también conocido como dignidad humana) y ética requiere una fuente fundamental y bases fundamentales. Esa base es Dios y que los humanos están hechos a su imagen. Ese es el Imagio Dei.
El filósofo agnóstico Jurgen Habermas destaca correctamente este papel histórico para el cristianismo en términos de derechos humanos globales y democracia:
“El igualitarismo universalista, del cual surgieron los ideales de libertad y una vida colectiva solidaria, la conducta autónoma de la vida y la emancipación, la moral individual de la conciencia, los derechos humanos y la democracia, es el legado directo de la ética judaica de la justicia y la cristiana. Ética del amor. Este legado, sustancialmente sin cambios, ha sido objeto de una continua apropiación crítica y reinterpretación. Hasta el día de hoy, no hay otra alternativa. Y a la luz de los desafíos actuales de una constelación posnacional, seguimos dibujando sobre la sustancia de esta herencia. Todo lo demás es una simple charla posmoderna “.
(Jürgen Habermas – “Tiempo de transiciones”, Polity Press, 2006, pp. 150-151, traducción de una entrevista de 1999).
En última instancia, el valor de “Haz a los demás como te gustaría que te hicieran a ti”. La Regla de Oro habla del valor de todos los seres humanos y del valor del amor, el respeto, la verdad, la justicia y la dignidad humana. Es una visión para una mejor persona: es una visión para una humanidad superior y una comprensión del verdadero valor de los demás, no solo una que sea materialista, egoísta o superficial.