Hay toda una rama de adivinación destinada a ayudar en la búsqueda de tesoros enterrados, metales preciosos ocultos y piedras preciosas. En resumen, una invocación de psicopomps personales y cósmicos, para determinar la “verdad” de la ubicación. Para comisionar los servicios de un experto en esa disciplina, debe pagarle. La cantidad que le pagas es el valor mínimo del material precioso buscado, menos algún factorial teniendo en cuenta 3 cosas:
1) la probabilidad de fracaso del ejercicio adivinatorio;
2) la probabilidad de que el tesoro buscado sea inaccesible para usted por alguna otra razón;
3) la probabilidad de que el adivinador le diga que no hay un tesoro dentro de una región a la que pueda acceder o en una profundidad a la que pueda excavar.
En esa situación, la cantidad que el mercado está dispuesto a pagar al adivinador es, precisamente, el “valor” cuantificable de su verdad.
Lo mismo se aplica a los métodos propiamente científicos para buscar recursos naturales como el petróleo y el gas. La suma invertida en el proceso de prospección representa el valor de que se atribuye esa “verdad” (es decir, si una porción particular del territorio contiene petróleo que puede extraerse de manera rentable).
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Por lo tanto, la verdad tiene un valor que puede determinarse utilizando los principios del libre mercado.