Normalmente, la mayoría de las religiones no son muy violentas. Hasta tiempos recientes, por ejemplo, se podría decir que nadie fue asesinado en nombre de Buda.
Pero las religiones abrahámicas son diferentes: particularmente las proselitistas: el cristianismo y el islam. El cristianismo fue una vez tan violento como el Islam ahora, pero, gracias a las reformas, se ha suavizado considerablemente. El Islam no ha disfrutado de las reformas, pero espero que los musulmanes dominantes se unan para acabar con todas las formas de violencia religiosa perpetradas en nombre de Allah.
La razón de la violencia religiosa en las religiones abrahámicas se debe a la licencia de violencia proporcionada por sus escrituras. Tanto el Antiguo Testamento como el Corán dedican una atención excesiva al militarismo y ambos glorifican la guerra. Fuera de la guerra, ambas escrituras también son muy violentas en sus enfoques de justicia social: ‘ojo por ojo’, amputaciones por robo, lapidación, azotes, etc. Y, como para confirmar la justicia de los castigos severos, Dios castiga a los pecadores lo más grave de todo, con tortura por el resto de la eternidad.
Tanto la Biblia como el Corán promueven el temor al juicio de Dios y normalizan la violencia como parte de la condición humana. Y, debido a que se dice que la Biblia y el Corán son la ‘Palabra de Dios’, sus cosmovisiones intransigentes son permanentes y fijas por la (supuesta) verdad, perfección, infalibilidad y autoridad de Dios. Las cosas mundanas pueden cambiar pero (supuestamente) la Palabra de Dios es eterna.
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Además, las religiones abrahámicas son monoteístas: todas reclaman posesión exclusiva de la verdad y de Dios. Comparten un Dios celoso, totalitario en sus demandas e intolerante con la desobediencia o la contradicción. Su Dios compartido es el único Dios, perfecto y omnipotente. Pero estas religiones tienen ideas contradictorias sobre quién es Dios y qué exige de ellas. La historia ha confirmado en repetidas ocasiones que el supremacismo totalitario de estas religiones monoteístas es una receta segura para un conflicto divisivo.
¿Por qué nos matamos unos a otros en nombre de la religión? Porque las dos religiones más grandes, a pesar de sus reclamos de paz y tolerancia, son claramente divisivas. Se puede afirmar de manera justa que las religiones abrahámicas han sido la influencia divisiva más persistente en la historia humana.