Un chico me lo explicó una vez. Aparece una gran alma y nos enseña a todos, el principio central es amar a los demás, lo que significa dar sin expectativa de reembolso (que también puede venir en forma de reconocimiento, ¿no es genial que le haya dado a la Universidad su nuevo edificio de escuela de negocios? y dotado todas esas sillas?).
Después de la muerte de la gran figura: Cristo, Mahoma, Buda, Zoroastro, Abraham, Rama, Krishna y otros. – Las personas que conocieron esa personalidad se reúnen en su memoria y recuerdan su grandeza. Se calienta sus corazones para hacerlo.
Eventualmente, los empresarios o los radicales locos (viene a la mente Athanasius), al ver una oportunidad de control, empujan a estas personas a un lado y se convierte en una Religión. Pero las acciones y los sentimientos de la gente original fueron correctos, el poder espiritual de la figura central no está completamente eclipsado y, por ejemplo, tenemos a San Francisco de Asís, un verdadero ser espiritual lleno de amor, que aparece en el catolicismo, un tradición que había perdido ante una adquisición hostil 500 años antes. “Somos el escuadrón de Dios“, anuncia el gerente de marketing, y lo siguiente que sabes es que son dueños del monopolio, al menos en un territorio.
Puedes ser como San Francisco y buscar relevancia dentro de la tradición o puedes buscar en otro lado. Pero no esperes que las Escrituras de ninguna religión sean de mucha ayuda. Hace mucho tiempo, los chicos de marketing los reescribieron de manera integral. Dentro del cristianismo dejaron el Sermón del Monte y las Bienaventuranzas, pero cuidado con el resto, en mi humilde opinión.
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