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El mal tiene dos definiciones en el diccionario. Uno es como un adjetivo que significa profundamente inmoral. El otro es un sustantivo. Como adjetivo es una buena palabra. Hay muchos adjetivos que describen comportamientos como erráticos, torpes, extraños, confusos, cansados, etc. En esta forma, como descripción que una persona usa para describir su opinión sobre el comportamiento propio o de otra persona, existe absolutamente y es útil. palabra. Alguien cree que alguien más se está comportando de manera inmoral. La palabra existe porque nos entendemos cuando se usa. No tiene que estar de acuerdo, pero podemos usarlo para tener una discusión.
La otra definición es como un sustantivo donde significa una fuerza sobrenatural que encarna la inmoralidad. Una fuerza que aplica presión a las personas que de otro modo son buenas y las hace hacer cosas malas. En este caso, diría que … sí, existe, más o menos.
Como todos los supersticiosos, cree que hay un núcleo de verdad o al menos una idea útil que puede servir como punto de partida para la conversación. El mal como fuerza es un marcador de posición para algo que aún no entendemos acerca de la psicología humana. Cuando alguien rompe las reglas culturales de la sociedad, cuando matan o hieren a alguien más, cuando vandalizan o destruyen un hito querido o un tesoro comunitario, queremos y necesitamos entender por qué: ¿Fue la presión de grupo, la depresión, el daño cerebral o la enfermedad? ¿Fueron lavados el cerebro por algún culto? Delirante? Alguna fuerza desconocida debe haberlos hecho hacer algo que el resto de nosotros no podemos entender. Hasta que se conozca y comprenda la causa, usamos la palabra maldad como marcador de posición. Sabemos que ALGO sucedió, algo los motivó, los cambió, ejerció presión o fuerza sobre ellos y no resistieron esa fuerza, se rindieron, respondieron a esa fuerza haciendo algo que creemos que es horrible.
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Mal es nuestra palabra para las fuerzas oscuras y desconocidas que giran en la mente rota de otro. Cada día aprendemos más sobre cómo funciona la mente y arrojamos un poco más de luz sobre los sesgos psicológicos, las enfermedades, los desequilibrios y las motivaciones que impulsan a las personas a comportarse de formas que no aprobamos.
Todos los días etiquetamos y definimos a otro demonio y encontramos nuevas formas de exorcizarlo de la mente que ha poseído. Hace 100 años, la palabra maldad era la etiqueta genérica que se aplicaba a miles de enfermedades mentales y fuerzas no identificadas: un día podría no quedar nada obsesionando la oscuridad. Pero siempre estaremos inseguros de cuál fue el que motivó a quién y cuándo. Por lo tanto, la palabra siempre se usará como abreviatura de la fuerza desconocida que causa daño.