Para mí, parece que el miedo a la mente es más grande que el temor a Dios. Porque, la mente está inquieta e inestable siempre, ya que tiene que dirigir al ser desde todas las situaciones y condiciones de vida en medio de toda desesperanza e impotencia. Uno tiene que enfrentar la vida desde cualquier perspectiva, ya que vienen de vez en cuando. Esto hace que el ser tenga miedo y esté alerta y atento mientras el peligro acecha en todas partes.
El miedo a Dios no es más grande porque es la elección del ser y no la oportunidad. El acercamiento a Dios se basa en la fe, la creencia, el amor y, sobre todo, la tranquilidad de la mente y sus poderes meditativos.
La realidad de la vida es que es enigmática ya que el propósito de la vida no está claro, excepto vivir, experimentar e iluminar. Para cumplir con esto, nos mantenemos apegados a nuestra mentalidad a Dios a nuestra manera por todos los medios.