Las dudas son normales, incluso para las personas que tienen una fe fuerte.
Pero una crisis es cuando algo en el centro de su fe está en grave contradicción con la realidad tal como la percibe. Una crisis de fe significa que tiene disonancia cognitiva, donde hay dos ideas diametralmente opuestas: una que debe creer de acuerdo con la doctrina a la que se adhiere, y otra que su instinto le dice que es correcta. Son irreconciliables y mutuamente excluyentes.
Una crisis dura muchos años. La mía duró alrededor de 5. Comenzó como una serie de preguntas persistentes, que gradualmente se volvieron más inevitables y comenzaron a profundizarse cada vez más en el núcleo de mi fe hasta que el conflicto se volvió casi insoportable. Empecé a sufrir episodios de ansiedad y falta de sueño. Finalmente, salí al otro lado como ateo y el conflicto se detuvo.
La única forma de resolver una crisis es informarse, tomar nuevos conocimientos sobre el valor nominal y luego ser lo suficientemente valiente como para seguirlo a donde sea que lo lleve. Puede alejarte de tu fe y de las personas en tu círculo social. Podría fortalecer tu fe. Podría hacerte juzgarte a ti mismo. Pero luchar contra su propio instinto es una de las formas más intelectualmente dolorosas de vivir.
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