La terapia requiere que las personas acepten ideas y creencias que contradicen lo que actualmente creen que es verdad. Si bien gran parte de lo que brinda el terapeuta se basa sólidamente en investigaciones y estudios basados en evidencia, el cliente no tiene esa base al comienzo de su tratamiento. Los clientes, para progresar, deben estar dispuestos a suspender lo que creen saber sobre el mundo.
En este sentido, sí, la terapia requiere un nivel de fe. Pero, en lugar de ser fe en lo sobrenatural, es fe de que los terapeutas serán honestos con ellos y realmente tienen sus mejores intereses en el corazón.
Con el tiempo, los clientes estarán expuestos a más y más evidencia para respaldar lo que los terapeutas están tratando de enseñar. Se examinarán las creencias que los clientes tenían antes de la terapia y se presentará evidencia que contradiga esas creencias. Los clientes experimentarán una transformación en sus creencias, rechazando las antiguas que podrían ser refutadas y aceptando otras nuevas que puedan demostrarse como ciertas.
Es posible que parte de lo que los terapeutas intentan transmitir nunca esté completamente integrado en las creencias personales del cliente. En general, aquí es donde las experiencias personales del cliente les brindan evidencia sólida (especialmente emocionalmente fuerte) que contradice las nuevas creencias. Algunas de las creencias que el cliente tenía antes de someterse a la terapia nunca pueden descartarse. Nuevamente, esto generalmente ocurre cuando las experiencias personales del cliente proporcionan evidencia sólida que tiende a apoyar esas creencias.
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Sin embargo, existe una presión dentro de cualquier situación terapéutica para que los clientes acepten lo que el terapeuta dice que es verdad y rechacen lo que los clientes previamente creían que era el caso. Esta presión puede provenir de muchas fuentes, incluidos los terapeutas, la familia del cliente, otros clientes y, a veces, el sistema legal. Esto es especialmente cierto en las sesiones de terapia grupal donde se alienta a los clientes que ya han progresado a desafiar las creencias y puntos de vista de los nuevos clientes al tiempo que promueven los puntos de vista que los terapeutas les han estado enseñando.
En muchos sentidos, esa presión es muy similar a la presión que uno experimentará cuando asista a una iglesia específica.
Entonces, aunque la terapia no es una religión, requiere un nivel de fe y ejerce una gran presión para aceptarla como verdad.